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¿Odias al plástico y al patriarcado? Combátelos juntos

  • Foto del escritor: Yo soy esa
    Yo soy esa
  • 10 sept 2019
  • 3 Min. de lectura

El personaje de la serie "Friends", Phoebe Buffay, junto con el pato y la gallina que tenía como mascota.
Phoebe Buffay, feminista y animalista en nuestras TVs desde 1994.

El feminismo es transversal. Esto es así. Es un movimiento que lo toca todo y por lo tanto atraviesa todas las luchas. Y sí, existe un feminismo blanco, el de famosas y políticas con camisetas I’m feminist de Zara, hechas por trabajadoras explotadas en países también explotados. Pero chica, si toca todas las capas sociales, esta también, y eso no quiere decir que la base del feminismo sea el de ese escaparate.


El feminismo de calle, el social, el que ha impulsado todos los cambios, es antirracista, es LBT (todas las Lesbianas que han librado luchas que incluso no les tocaban, todas las Bisexuales invisibilizadas y, sobre todo, todas las compas Trans que siempre han dado la cara en la calle y se han llevado la peor parte), es anticapitalista, es ecologista… Porque, si no lo es, pierde su sentido.


El feminismo es anticapitalista, entre otras cosas, porque el capitalismo:

  1. Ha dividido a la sociedad en dos (géneros binarios) y ha asignado a cada uno de los “equipos” unos roles determinados.

  2. Ha convertido a uno de esos equipos, la mujer, en un producto de consumo, pero también en una consumidora de productos.


El capitalismo nos ha colgado una etiqueta y ha generado una alta cantidad de complejos para que tengamos unas necesidades que poder cubrir, efectivamente, consumiendo: productos de “belleza”, adelgazantes, ropa nueva cada temporada y un largo etc. Un montón de industrias alrededor de nuestra necesidad de ser perfectos productos de consumo. Porque en nuestros roles asignados, ese es el mayor logro que podemos conseguir: un cuerpo preciosamente normativo por fuera, aunque por dentro tengamos el hígado destrozado por los batidos depurativos de la operación bikini.


¿Y qué consecuencias medioambientales tiene todo esto? Plástico, plástico y más plástico: en los botes de todos los potingues, tintes, zumos mágicos… En los microplásticos de las cremas exfoliantes y pastas blanqueantes. En los envoltorios de la ropa y complementos. En los secadores, planchas del pelo, cepillos, masajeadores faciales. En todo. Y también es contaminación: por el traslado de los productos de la fábrica a la tienda, por los químicos empleados, por la energía consumida, por los residuos generados y vertidos en la naturaleza. Y, por supuesto, en gran media también es explotación humana.


Parte de la lucha feminista es deshacernos de estas “necesidades” de consumo que nos han impuesto y que empeoran nuestra vida y la vida del planeta.


Pero existe también otro gran melón que abrir, el de la explotación animal, por varias razones:

  1. Lo que acabamos de ver, contaminación y sobreexplotación de recursos: para alimentar animales hay que cultivar sus piensos, fabricarlos, envasarlos, trasladarlos… todo se multiplica.

  2. Por salud: la industria alimenticia proporciona a los animales (terrestres y marinos) piensos hechos con productos como soja transgénica de rápido crecimiento no apta para el consumo humano y, sobre todo, cantidades ingentes de antibióticos (para que, en esos ambientes tan nocivos, no enfermen). Y la ingesta continua de estos antibióticos a través de su carne nos hace resistentes a ellos, por lo que no nos harán efecto cuando los necesitemos. Esta será la principal causa de muerte en 2050. No lo digo yo, lo dice la FAO.

  3. Por un tema de empatía: el hecho de que ames a tu perro y te comas una vaca tiene un nombre y se llama especismo. ¿Por qué lloramos la muerte de unos animales y celebramos la de otros?


Este último motivo, el de no discriminar a ciertas especies animales frente a otras, es otra de las ramas donde también incide el feminismo. Para que puedan nacer nuevos animales que consumir y para que podamos beber leche, millones de vacas, cerdas, gallinas, cabras, ovejas… Son preñadas sistemáticamente: se quedan embarazadas (para producir nuevos animales y/o leche), paren, y se vuelven a preñar. Y el proceso tortuoso se repite desde que son fértiles hasta que mueren por esta causa.


Si El cuento de la criada te parecía indignante, imagínate esto. O sustituye mentalmente la cerda de cría por la perra o la gata que tanto adoras. Parece lógico entonces querer liberar también a todas estas pobres hembras de cría obligadas a nacer para sufrir.


Y ya está, si eres feminista eres ecologista. Acaba de suceder. Lo has leído y ya no se te va a ir de la cabeza. Quizás no empiece instantáneamente, pero la semilla está ahí plantada y en algún momento u otro florecerá. Es la condena y salvación de la conciencia social.


Pero vamos, que todo este chapapote que te acabo de meter no es nada nuevo. El ecofeminismo empezó a teorizar en los 70. Así que ya es hora de que empecemos a escucharlo.

 
 
 

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