Los que tienen todo que perder
- Yo soy esa
- 23 may 2020
- 5 Min. de lectura
Ahora que en algunos de los barrios más ricos están saliendo a las calles hay quien puede pensar que están haciendo revolución. Pero no es así. Son los mismos de siempre haciendo lo mismo de siempre.

Aquellas a las que nadie nos ha regalado nada estamos acostumbradas a no ser egoístas. Porque no sólo eres consciente de tus penurias sino de las de tu entorno. Estás acostumbrada, por lo tanto, no sólo a no tener privilegios, sino a ponerte en la piel del otro, a renunciar si hace falta a los pocos que puedas tener por el bien común. Porque eso es lo valioso que tienes, la colectividad. El apoyo mutuo. El aceptar ayuda cuando no la tienes y darla cuando puedes.
Saben cuál es su comodísima posición y no se plantean renunciar a ella
Pero hay quienes lo han tenido siempre todo. Gente que está en una situación privilegiada que nunca ha visto peligrar y que cree que se merece por el mero hecho de haber nacido. Esa gente que sólo piensa en el individualismo. En el bien propio.
Hablo de gente que ha pagado por la mejor educación y la mejor sanidad siendo conscientes de que son recursos a los que no accede quien no puede pagarlos. Hablo de esa chica que, recién licenciada, ya tiene un puesto en el bufete de papá. O una empresa financiada, sin riesgo de perder la casa. Hablo de esa familia que tiene dos entradas, la normal y la del servicio. Que tienen a un ser humano viviendo en su casa, renunciando a una vida propia a cambio de su comodidad. Esa gente que paga por "la chica" como la que se compra una aspiradora. Y hablo también de aquellos que quizás no lo tuvieron siempre todo y que se agarran a esa nueva situación privilegiada como a un clavo ardiendo, porque son conscientes de lo que hay al otro lado. Esa gente que sabe cuál es su comodísima posición y no se plantea renunciar a ella. Ni aunque haya una pandemia.
Mientras reprimimos las ganas de abrazar a nuestra familia, en Núñez de Balboa salen en masa
Durante esta crisis sanitaria nosotras, la clase obrera, estamos haciendo enormes esfuerzos. El esfuerzo de pasar un confinamiento en pisos precarios, sin vistas, sin jardines, sin piscina ni gimnasio. El esfuerzo de atravesar la crisis económica sin ahorros. O el sacrificio de pasar estos días trabajando en primera línea, arriesgando tu salud y la de los tuyos, con las tareas más necesarias y precarias: servicios públicos, limpieza, supermercados, mensajería, alimentación… Glovo.
Y todo esto lo hacemos mientras nos esforzamos por acatar estas normas sin normalizarlas. Actuamos por el bien común siendo conscientes de que tenemos que estar alerta. Que cuando la emergencia se acabe y no haya peligro, la reducción de libertades no puede continuar.
Todo este trabajo, tan pesado, como siempre pasa desapercibido. Este trabajo que es la base de nuestra sociedad. Y mientras nosotras cargamos con ese peso. Mientras reprimimos las ganas de abrazar a nuestra familia. Mientras tanto en Núñez de Balboa salen en masa. A pesar de que eso ponga en riesgo a la población.
Protestan porque les han dicho que tienen que renunciar a parte de su comodidad por el bien de todos
Salen porque verse, por un momento, semejantes a nosotras les ha ofendido. Salen porque quieren mantener esa España dividida: clase noble y servidumbre. Porque ellos están arriba y van a defender su posición con fiereza. Porque los esfuerzos sólo se les pueden pedir a los de abajo.
Nunca salieron a protestar por una reforma laboral, por unas pensiones dignas o por una violación. No. Y ahora tampoco reclaman medidas para mejorar la situación de la pandemia. No piden mejorar el sistema de sanidad pública. No exigen medidas medioambientales que eviten consecuencias como este tipo de virus. No solicitan medidas que protejan a quienes, con la crisis económica, quedarán bajo el umbral de la pobreza. Ni siquiera reclaman mantener las medidas que impiden el contagio. No.
Esta gente protesta porque, desde arriba, desde un gobierno que tiene por costumbre no molestarles, les han dicho que tienen que renunciar a parte de su comodidad por el bien de todos. Y a ellos se la suda el resto.
Manifestarse es un derecho, pero tu libertad acaba donde empieza la del prójimo
Están atacando como un animal herido. Y esa herida es el verse igual que el resto. Verse igual de vulnerables porque los hospitales privados se han puesto al servicio público en el peor momento y ya no pueden comprar un trato privilegiado. Vulnerables ante una enfermedad que puedes contraer en el 8M o en Vistalegre. Cuando el dinero no les salva se sienten desprotegidos, y cuando les pides que piensen en los demás se enfurecen. Con una respuesta contundente.
Por supuesto, manifestarse es un derecho. Un derecho, por cierto, para el que hay que pedir permiso. Y hasta ahora, eso sólo lo ha tenido la caravana de coches de Abascal. Ninguna cacerolada estaba solicitada y aprobada. Pero lo grave no es esa irregularidad. Lo grave es la irresponsabilidad: tu libertad acaba donde empieza la del prójimo. Y si tu forma de manifestarte genera aglomeraciones en medio de una pandemia, estás atacando a la libertad de la sociedad española de mantenerse sana. Viva. Estás cometiendo un delito contra la salud pública y eso no es parte de tu libertad. No lo digo yo, lo dice la Constitución.
No se trata de apoyar o no a un partido político. Se trata de apoyar al conjunto de la sociedad
¿Qué podemos hacer nosotras? Sinceramente, no lo tengo claro. Es una situación nueva y complicada y por eso tenemos que usar la imaginación. Tenemos que idear una forma en la que, sin poner en riesgo a nuestro entorno, les podamos decir claramente que ya basta.
Lo que sí que sé es que tenemos que visibilizarnos. De forma que los medios de comunicación dejen de hacer una burbuja porque, en una calle de Madrid, o en un paseo de Málaga, han dado golpes a unas cacerolas. Porque mientras tanto, millones de trabajadoras, de estudiantes, de personas en paro, daban su apoyo a la sociedad trabajando y respetando las normas sanitarias que los expertos han desarrollado. Porque es la forma invisible en la que hasta ahora nos hemos rebelado ideológicamente. Porque no se trata de apoyar o no a un partido político. Se trata de apoyar al conjunto de la sociedad.
Tenemos que hacernos patentes. Innegables. Dejar claro que nosotras sí queremos un pueblo unido y sano. Pero que lo queremos para todas. No sólo para unos pocos privilegiados.
P.D.: Cayetanos, el “Bella Ciao” que habéis coreado es un canto antifascista. Para que lo sepáis la próxima vez. De nada.
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